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sábado, 1 de septiembre de 2012

Luna llena






 Luna llena

Para  Aura Amanda la luna llena era una señal de amor, la intuía en el ardor de sus intenciones y en el calor palpitante de su centro intimo, sin asomarse siquiera a la ventana sabia que la luna llena estaba ahí afuera en la noche como cómplice furtiva de sus ganas.
En esas noches de luna que iluminaba las cuatro calles del pueblo con una fuerza casi artificial, Aura Amanda salía sigilosamente de su casa, donde vivía con sus doce hijos y un marido viejo y enfermo que no sabia que era estéril como las piedras.
En las ruinas del trapiche esperaba a su amante previo acuerdo ocurrido en cualquier momento del día. El hombre esperado no siempre era el mismo, unas veces era Juan Sosa el herrero. Benito Pérez el comisario, Carmelo el bodeguero, hasta Justiniano el loco que tocaba la campana en la iglesia.
A sus casi cuarenta abriles Aura Amanda  conservaba una hermosura extraña y cerrera de mujer de campo y madre joven, a pesar  de haber parido muchas  veces y no cuidarse demasiado ,la luna en su hechizo la mantenía joven .

Luego de que ocurrían aquellos encuentros ardientes y furtivos Aura Amanda dejaba al amante en el trapiche como se deja a un pote vació, el precio, nunca hablar con nadie de lo sucedido, así entre secretos  lunas llenas y partos pasaba la vida de Aura Amanda. Aquellos hombres de palabra nunca dijeron nada a nadie, solo el  cura  Venancio en secreto de confesión se había enterado de lo que pasaba, pero como también había bebido agua de aquel pozo se quedo callado y absolvía a los pecadores con diez Padres Nuestros y diez Aves Marías.

Muchos años  después un  domingo, mientras daba la misa el viejo padre sonreía, La gente pensaba que la sonrisa de don Venancio era de santidad y éxtasis en los ritos sagrados, ante el altar mayor, pero no, era de burla ante aquellas gentes tan ciegas que no veían como se repetían las caras de todos los hombres del pueblo, en los rostros de los doce hijos de aura Amanda ya anciana, que sentados en un banco junto a ella escuchaban la misa. Afuera oculta por la luz del día la luna también sonreía

De Juan Francisco Lara Fernández
Cagua Septiembre 1 2012



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