Luna llena
Para Aura Amanda la luna llena era una señal de amor,
la intuía en el ardor de sus intenciones y en el calor palpitante de su centro
intimo, sin asomarse siquiera a la ventana sabia que la luna llena estaba ahí
afuera en la noche como cómplice furtiva de sus ganas.
En
esas noches de luna que iluminaba las cuatro calles del pueblo con una fuerza
casi artificial, Aura Amanda salía sigilosamente de su casa, donde vivía con
sus doce hijos y un marido viejo y enfermo que no sabia que era estéril como
las piedras.
En
las ruinas del trapiche esperaba a su amante previo acuerdo ocurrido en
cualquier momento del día. El hombre esperado no siempre era el mismo, unas
veces era Juan Sosa el herrero. Benito Pérez el comisario, Carmelo el
bodeguero, hasta Justiniano el loco que tocaba la campana en la iglesia.
A
sus casi cuarenta abriles Aura Amanda conservaba una hermosura extraña y cerrera de
mujer de campo y madre joven, a pesar de
haber parido muchas veces y no cuidarse
demasiado ,la luna en su hechizo la mantenía joven .
Luego
de que ocurrían aquellos encuentros ardientes y furtivos Aura Amanda dejaba al
amante en el trapiche como se deja a un pote vació, el precio, nunca hablar con
nadie de lo sucedido, así entre secretos lunas llenas y partos pasaba la vida de Aura Amanda.
Aquellos hombres de palabra nunca dijeron nada a nadie, solo el cura
Venancio en secreto de confesión se había enterado de lo que pasaba,
pero como también había bebido agua de aquel pozo se quedo callado y absolvía a
los pecadores con diez Padres Nuestros y diez Aves Marías.
Muchos
años después un domingo, mientras daba la misa el viejo padre
sonreía, La gente pensaba que la sonrisa de don Venancio era de santidad y
éxtasis en los ritos sagrados, ante el altar mayor, pero no, era de burla ante
aquellas gentes tan ciegas que no veían como se repetían las caras de todos los
hombres del pueblo, en los rostros de los doce hijos de aura Amanda ya anciana,
que sentados en un banco junto a ella escuchaban la misa. Afuera oculta por la
luz del día la luna también sonreía
De
Juan Francisco Lara Fernández
Cagua
Septiembre 1 2012
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